¨Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?¨ Números 23:19
A pesar de la terquedad del pueblo israelita, Dios estaba con ellos. Los israelitas comenzaban a convertirse en una nación grande y fuerte mientras marchaban en pos de la tierra prometida. En el capítulo 22 de Números podemos ver como Dios le daba la victoria a Su pueblo ante los cananeos, amorreos, y frente a Og, rey de Básan. Las naciones vecinas comenzaron a temer a los Israelitas ya que escuchaban historias de cómo habían escapado de la gran nación egipcia y sabían que Dios estaba con ellos. Llego a tal extremo el temor de los moabitas que su rey, Balac, decidió ir en busca de un hombre llamado Balaam para que maldiga al pueblo hebreo. Balac conocía el poder de Balaam y sabía que ¨el que tú (Balaam) bendigas será bendito, y el que tú maldigas será maldito.¨ Lo que Balac no sabía es que Balaam no podía maldecir al pueblo que contaba con la protección de Dios. Balaam sabía que Israel era el pueblo escogido por Dios y que iban a alcanzar la tierra prometida por lo cual no pudo maldecir a los israelitas. Dios es más poderoso que el enemigo y no hay maldición, ni agüero que pueda tocar a Su pueblo. Nosotros contamos con esa misma protección hoy porque somos Sus hijos y Dios ha prometido guardarnos de todo mal. A Balaam no le quedo otra alternativa que bendecir a Israel ya que sabía que Dios cumplía sus promesas y que Israel poseería la tierra prometida. Si Dios te ha prometido algo, ten la certeza de que lo va a cumplir en tu vida.
Balac fue muy insistente y busco por varias vías que Balaam maldijera al pueblo de Dios pero ninguna fue efectiva. Balaam termino bendiciendo a Israel no una, sino tres veces ya que Balaam tenía que decir lo que Dios le mandaba decir. Qué bueno es saber que Dios está a nuestro lado y que por más que el enemigo intente maldecirnos y detenernos no lo puede hacer porque Dios ha dado la orden de bendecir nuestras vidas y quiere cumplir todas sus promesas en nosotros. Él tiene un propósito grande para cada uno de sus hijos y no hay nada que pueda detener que esa promesa se cumpla. Lo único que nos puede alejar de Dios somos nosotros mismos si permitimos que el pecado nos gobierne y nos aleje de Dios. Debemos permanecer confiados en las promesas de Dios y saber que a Su tiempo Él las va a cumplir. Lo único que impedía entrar a los israelitas en la tierra prometida había sido su incredulidad. Ahora deberían esperar que la próxima generación conquiste la tierra junto a Josué. No dejemos que la incredulidad ni el pecado nos aleje de la bendición que Dios tiene para nosotros.
En el siguiente capítulo de Números vemos como una vez más el pueblo cae en pecado. Cuando llegaron a la frontera donde habitaban los Moabitas comenzaron a tomar a sus mujeres para sí y adorar a sus dioses. En Apocalipsis Juan menciona algo interesante sobre Balaam que no se menciono en Números. Juan dice que Balaam le enseño a Balac ¨como poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación.¨ (Apocalipsis 2:14). Si bien Balaam no podía maldecir a los israelitas si sabía cómo ponerles tropiezo para que ellos mismos no permitan el obrar de Dios en sus vidas. Balaam sabía cómo poner enemistad entre Dios y su pueblo ya que conoce que el pecado es lo único que puede separar al hombre y dañar su relación con Dios. El enemigo no nos puede maldecir pero si buscara la manera de hacernos caer para que no permitamos que Dios haga su obra completa en nosotros. Tengamos cuidado y estemos alerta en todo tiempo porque la promesa de Dios ya ha sido dada y los únicos que podemos hacer que esa promesa se atrase en nuestras vidas somos nosotros mismos al no permitirle obrar como Él quiere. Lo bueno es que Jesús ya pago el precio por nuestro pecado y solo a través de su perdón podemos reconciliarnos con Dios para que su propósito se siga cumpliendo en nuestras vidas. No impidamos que el pecado nos aleje de Dios, más bien permanezcamos firmes y busquemos mantenernos confiados en sus promesas en todo tiempo; y si caemos busquemos una reconciliación inmediata con Dios.
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