Monday, April 25, 2011

Reflejando Su Gloria

¨Con relación a esta casa que tú edificas, si anduvieres en mis estatutos e hicieres mis decretos, y guardares todos mis mandamientos andando en ellos, yo cumpliré  contigo mi palabra que hablé a David tu padre; y habitaré en ella en medio de los hijos de Israel, y no dejaré a mi pueblo Israel.¨ 1 Reyes 6:12-13

Salomon tuvo el privilegio y la enorme responsabilidad de construirle casa a Jehová. El sueño había comenzado con David su padre, pero se llevo a cabo durante su reinado porque Dios lo dispuso así. La intención de David era buena, pero los tiempos de Dios no son siempre nuestros tiempos y Él quería que su hijo sea el encargado de construirle su casa. Salomon pidió sabiduría divina y gracias a ello pudo realizar una de las obras más grandes de la época. Es que la tarea no era nada sencilla porque Salomon debía construirle al Dios creador del cielo, tierra y mar una casa en la cual pudiera habitar. El en su sabiduría clama a Dios y reconoce que no son dignos de su visitación. Dios pudiendo habitar en cualquier lugar del universo se digno a habitar en una casa construida por hombres, y por eso Salomon quería que esa casa realmente refleje la gloria de Dios, que fuera un espejo para el mundo entero Su grandeza. Él prometió habitar entre su pueblo escogido con la condición de que ellos guarden su pacto y anden en su camino. Dios demanda que su pueblo obedezca sus mandamientos para poder manifestarse en medio de ellos. El gran templo que construyo Salomon durante un periodo de siete años no iba a servir de nada si Su pueblo no lo seguía porque Dios habita en medio de la obediencia de su gente y demanda que guardemos Su palabra.

David conocía muy bien la importancia de la obediencia a Dios y lo manifiesta a través de varios Salmos declarando cuanto ama Su Ley y se deleita en obedecerla. David amaba estar en la presencia de Dios y sabía que la única manera de estarlo era a través de la obediencia. Nada le daba mayor satisfacción al Rey que estar con Dios y por lo tanto disfrutaba de guardar Su palabra. La Ley de Dios no era una carga para David, sino que amaba cumplirla porque sabía que el guardar sus estatutos traía bendición y una relación única con Dios. Sus ordenanzas están para nuestro beneficio y no para ser una carga para nosotros. Él quiere darnos lo mejor y como todo buen padre nos pone reglas para que no salgamos lastimados. El quiere lo mejor para nosotros y sabe que es lo que nos conviene mejor que nadie. Salomon aprendió mucho de su padre David, y Dios le prometió bendecir si guardaba sus mandamientos. Dios se agrada en venir a habitar en medio nuestro, el único requisito es buscarlo y guardar Su palabra. La gloria de Dios no lleno el Templo una vez que fue construido, sino que lleno el Templo cuando Salomon se inclino, adoro, y clamó a Dios para que venga a habitar entre ellos. Dios llega cuando lo buscamos y le abrimos la puerta a nuestro corazón. Los cielos y la tierra cuentan la gloria de Dios, pero aún así Él se digna a venir y habitar en medio nuestro para que nosotros también reflejemos Su gloria a través de nuestras vidas.

Sabemos que hoy Dios no habita en medio de una casa o un Templo, sino en nuestros corazones. Nosotros somos los encargados de reflejar la gloria de Dios a aquellos que aun no lo conocen. Así como la magnífica construcción del Templo que hizo Salomon sirvió para que los demás pueblos vean la gloria de Dios, nosotros también debemos esforzarnos en reflejar esa gloria al dejarnos moldear y formar por Él. Dios quiere hacer una obra maestra con nuestras vidas y el único impedimento para que no lo logre somos nosotros mismos. Si nos ponemos en las manos de Dios y dejamos que Él haga su trabajo en nosotros entonces vamos a ser espejos de su gloria. Dios nos creó a su imagen, pero a través del pecado la hemos deformado y nos hemos alejado del propósito por el cual fuimos creados. En vez de ser luz muchas veces somos piedras de tropiezo para otros porque nos alejamos de nuestro Creador y comenzamos a intentar construir nuestras propias vidas. No nos olvidemos de nuestro lugar en este mundo. Jesús pagó el precio por nuestro pecado, el nos compro con su sangre y por lo tanto somos suyos. Debemos dejarnos moldear y formar completamente por nuestro Creador para poder cumplir con el propósito por el cual fuimos creados: reflejar la gloria de Dios. La construcción del Templo duró 7 años, la obra que Dios quiere hacer en nuestros corazones es un proceso continuo de renuevo por lo que Él va a trabajar en nosotros durante toda nuestra vida perfeccionándonos cada día hasta ser como Cristo.


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