Tuesday, September 1, 2015

Vida Eterna en Jesus

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Juan 6:68-69

Durante el velorio de mi padre me sentí inundado de paz y rodeado del cariño de muchas personas cercanas a mi familia. Después de haber luchado junto a él durante cinco años luego de que un infarto cerebral le había dejado semi-paralizado el lado derecho del cuerpo e imposibilitado del habla, me hubiese imaginado estar destrozado en ese momento ya que venía rehabilitándose muy bien y mostrando grandes avances previo a que sufriera su segundo e inesperado lamentable infarto. Fue un shock para toda la familia, especialmente para los que estábamos con él todo el día celebrando sus progresos y avances. Pero durante esas difíciles horas en que el cuerpo de mi papa estaba siendo velado pude experimentar esa increíble sensación de paz y tranquilidad a pesar del gran dolor que sentía por la perdida de mi padre. Una gran cantidad de versículos venían a mi mente, pero Juan 6:68 era le que resonaba con más fuerza. Al único que podemos recurrir en momentos así es a Jesus porque es el único que nos promete vida eterna y Su promesa se hizo tan real y evidente para mi vida en ese instante. Me llenó de consuelo saber que esto no era un adios sino un hasta pronto y que volveríamos a reencontrarnos cuando Dios lo disponga para volver a reír y conversar juntos. Pero al mismo tiempo me llevo a reflexionar de como sería el pasar por un momento así sin tener esa certeza y confianza de que Dios nos ofrece un regalo tan grande como la vida eterna. Hay muchos que no experimentan esa paz porque no la conocen o no la han vivido realmente. Para muchos la promesa de la vida eterna es tan solo un cuento ficticio o una mentira que nos decimos a nosotros mismos para apaciguar el dolor. Pero para aquellos que hemos experimentado una verdadera relación con Dios sabemos que es una realidad y eso nos llena de consuelo. 

Una situación similar estaban viviendo los discípulos de Jesus cuando experimentaron el milagro de la alimentación de los cinco mil hombres con tan solo cinco panes y dos pescados. Después de esta señal muchos comenzaron a seguir a Jesus y él les reclamo de que solo lo seguían porque fueron saciados de su hambre física. Jesus les recordó que debían buscar alimentarse de Su Palabra que es eterna y no de la comida que perece. Les recordó que él es el pan de vida y que el que a él viene no tendrá hambre jamas. Les dio a conocer la voluntad del Padre, “que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.” Muchos no entendieron estas palabras de Jesús porque no creían que él era verdaderamente el Hijo de Dios y no entendían que él había venido a entregar su vida por sus pecados. Cuando comenzó a hablar acerca de que él era el pan de vida y el que no comía de su carne no podía tener vida eterna, muchos lo dejaron de seguir porque creían que estaba loco. Enseguida Jesus miró a sus discípulos y les preguntó si ellos también querían irse, pero Pedro le respondió con estas palabras, “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Pedro creía que Jesus era realmente el Hijo de Dios y entendió que solo él tenía palabras de vida eterna. Aveces el mensaje de Jesus puede parecer duro, así como aveces no podemos entender sus planes y propósitos para nuestras vidas. No entendemos por que permite que sucedan ciertas cosas, pero cuando recordamos que esta vida es solo pasajera y que solo Dios ofrece vida eterna nos aferramos a Él y a Su Palabra y dejamos de cuestionar muchas cosas porque comenzamos a ver todo con ojos espirituales creyendo en la promesa de Jesus, el único que ofrece vida eterna. A medida que buscamos más de él esos cuestionamientos van desapareciendo y nuestras dudas van siendo respondidas por medio de Su Palabra. 


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