Tuesday, September 14, 2010

Es Imposible Huir de la Presencia de Dios


¨ ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda?¨ Jonás 4:11

La mayoría de nosotros conoce la historia de Jonás, mejor conocido como el profeta desobediente porque no quiso escuchar la voz de Dios cuando le ordenó que vaya a predicarles a los asirios en Nínive porque que ellos eran el enemigo de Israel. A pesar de que él escucho claramente la voz de Dios decidió tomar otra ruta y seguir su propio camino. Jonás se fue en un barco dirigido a Tarsis, justamente una ciudad que quedaba opuesta a la dirección de Nínive. Jonás buscaba huir de la presencia de Jehová, pero él pronto se daría cuenta de que eso es imposible. Dios mando una fuerte tormenta que agitaba la nave de tal manera que todos creían que iban a perecer. Jonás reconoció que él era el causante de todo el mal y la tripulación lo lanzó al mar. La tormenta cesó y un gran pez se trago a Jonás donde estuvo por tres días hasta que reconoció que era imposible huir de la presencia de Jehová. En ese momento el pez vomita a Jonás y Dios lo manda una vez más al profeta para que vaya a predicarle a los asirios y advertirles que su ciudad sería destruida si no se arrepentían de su mal camino.

En un principio uno podría suponer que Jonás no quiso ir a predicar a Nínive por temor ya que era una ciudad muy violenta. En una batalla ganada por los asirios llegaron a quemar a sus tres mil cautivos, hicieron pilares con sus cuerpos, formaron un pilar de cabezas en la entrada de la ciudad, y colgaron setecientos hombres en estacas. Era realmente un pueblo muy violento y sangriento, un lugar donde cualquier persona temería ir a reprender. Pero Jonás no huyo por esa razón. Al final de la historia vemos que Jonás estaba enojado porque Dios decidió perdonar a los habitantes de Nínive cuando estos escucharon la profecía de Jonás y se arrepintieron de sus malos caminos. El creía que ellos eran el enemigo y no merecían el perdón de Dios. Eran gente violenta y merecían morir por sus pecados. En el fondo Jonás quería que ese pueblo pereciera por su pecado.

Para Jonás esa gente no merecía el perdón de Dios. Quizá para muchos de nosotros hoy se nos haga difícil orar por nuestros enemigos por razones similares. Creemos que los demás han hecho tanto daño y tanto mal que merecen morir por sus pecados, pero nos olvidamos que Dios pagó un precio muy alto para que todos sean salvos. Él envío a Su hijo para que muera en la cruz por nuestros pecados y desea que todos procedan al arrepentimiento. Para Dios no hay pecado tan grande que no se pueda perdonar, sino que Él quiere salvar hasta a los más repudiados por la sociedad. Debemos estar agradecidos a Dios por su gran misericordia y reconocer que si no fuera por su gracia ninguno de nosotros mereceríamos Su perdón y salvación. No nos enojemos cuando uno de nuestros enemigos llegue a los pies de Cristo, sino gocémonos con ellos sabiendo que Dios es el único que puede cambiar sus corazones y transformarlos en nuevas criaturas. ¿Como nos sentiríamos nosotros si Dios nos pidiera que vayamos a predicarle a Bin Laden para que reciba salvación? ¿Lo haríamos? Hasta las personas más sanguinarias y violentas son vistas con misericordia por Dios si de verdad se arrepienten de sus malos caminos. Dios aborrece el pecado pero es grande en misericordia para perdonar al arrepentido de corazón.  

¨Sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.¨ Jonás 4:2

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