¨ ¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y, mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín?¨ 1 Samuel 9:21
Esta era la concepción que tenía Saúl de si mismo antes que Samuel lo haya ungido como el futuro Rey de Israel. El simplemente iba en camino a buscar unos asnos que se le habían perdido al papa. ¿Quién se hubiese imaginado que esa simple búsqueda terminaría en la coronación de un Rey? Saúl nunca se esperaba tal honor, sin embargo Dios lo escogió a él porque vez tras vez a Dios le agrada llamar a los humildes y usarlos para hacer cosas grandes. Saúl era un hombre grande y de buen parecer, pero aun así conocía su lugar en Israel ya que pertenecía a una de las tribus y familias más pequeñas del pueblo. Pero cuando Dios lo llama a Saúl hay una transformación en su vida porque el Espíritu de Dios viene sobre él y lo unge. Dios estaba con Saúl, y le daba la victoria frente a los filisteos para que todo el pueblo lo siguiera. Recordemos que no era la intención de Dios que su pueblo tenga un Rey, pero ellos lo pidieron ya que creían necesitar un líder para que los guíe y proteja en las guerras. Este pedido del pueblo era un rechazo al gobierno de Dios en sus vidas. Ellos quisieron ser como las demás naciones y rechazaron el reino que Dios les había ofrecido. Cuán importante es para Dios el que nosotros le permitamos gobernar sobre nuestras vidas, pero nosotros somos los que tomamos la decisión final. Aún así el espíritu de Dios está sobre Saúl para ayudarlo a gobernar a su gente. Dios no abandona a su pueblo a pesar de que ellos sí lo habían rechazado. Dios permanece fiel.
Saúl era tan tímido que hasta se había escondido entre el balaje cuando Samuel lo buscaba para coronarlo. Me imagino lo gracioso que debe haber sido esa imagen cuando Samuel finalmente encuentra al enorme Saúl escondido en un sitio tan pequeño. Ese sería el futuro Rey de Israel el cual no se sentía listo para la tarea. No quería asumir semejante responsabilidad. Aun así los ojos del pueblo se enorgullecieron cuando vieron el tamaño de Saúl. Saúl era exactamente lo que ellos habían pedido, un Rey, grande, y fuerte, pero habían desertado a Dios y Samuel les advierte de la futura consecuencia de sus acciones. Los israelitas se sentían más seguros con este Rey grande y fuerte (a pesar de que su interior estaba lleno de temor e inseguridad) que con el Dios que los había librado de los egipcios, el Dios que los había alimentado en el desierto, el Dios que les había entregado la tierra de Canaán. Pero Dios no había abandonado a su pueblo y su espíritu estaba sobre Saúl para guiarlo y darles la victoria frente a sus enemigos los filisteos. Mientras el pueblo siga obedeciendo los mandamientos de Dios entonces Él prometía estar con ellos y bendecirlos, pero en el momento que se olviden de Él y vayan en pos de otros dioses entonces su mano se apartaría sobre ellos y su Rey.
Recordemos que si bien Dios no quería que el pueblo tuviera un Rey, Él les da uno debido a su insistencia, pero aún así Dios es el que escoge y llama a Saúl mediante su profeta Samuel. Samuel es el que unge y corona a Saúl rey. El espíritu de Dios estaba Saúl y eso se pudo apreciar en la primera prueba que tuvo Saúl cuando tuvo que enfrentar a los filisteos. Antes de la batalla, el Rey todavía no era reconocido por todo el pueblo. Había gente que no estaba de acuerdo con la elección de Saúl como su Rey y habían decidido no aceptarlo como su Rey. Pero cuando Saúl regresa victorioso de la Guerra, todos ven que la mano de Dios está con él y su aceptación se hace unánime. Saúl tuvo la oportunidad de matar a todos los israelitas que se opusieron a su gobierno, pero su corazón estaba puesto en el lugar correcto y había decidido que no morirían más israelitas. Si tan solo el corazón de Saúl se hubiese mantenido en esa misma actitud humilde y obediente a Dios. Pero como todos sabemos el poder puede corromper a las personas y es exactamente lo que sucede con el Rey. Su humilde corazón comienza a engrandecerse y decide tomar acciones por si mismo envés de buscar la dirección de Dios. Esto es lo que al fin y al cabo trae la caída de Saúl ya que el espíritu de Dios lo abandona por no haber escuchado su voz. No dejemos que las victorias que Dios nos dé en nuestras vidas cambien nuestro corazón. Dejemos que el reine sobre nosotros en todo tiempo y si nos encontramos en posiciones de poder no abusemos de ella sino que tomemos en cuenta que aún así Dios es el Rey de nuestra vida y debemos someternos a Su voluntad.
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