¨Mas Gedeón respondió: No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová señoreará sobre vosotros.¨ Jueces 8:23
La mano de Dios estuvo con Gedeón de una manera muy clara al derrotar a los madianitas. El pueblo vio que Dios estaba con Gedeón y lo quisieron nombrar como Rey, pero Gedeón sabía de donde provenían sus fuerzas realmente y además conocía su propósito en esta vida. El único Rey de la nación sería Jehová, él cual realmente le había dado la victoria a su gente. Gedeón simplemente fue una herramienta en las manos de Dios y no permitió que la victoria que le fue dada lo enorgullezca. El nunca le quito la gloria a Dios, sino que a pesar de haber conseguido una victoria importantísima frente a los madianitas, Gedeón siempre señaló a Dios como el responsable del triunfo de Israel. Un error que cometemos muchas veces los hombres es que cuando Dios nos da las fuerzas para obtener una victoria en nuestras vidas personales, muchas veces nos olvidamos de Dios y permitimos que el orgullo se apodere de nuestras vidas. Nos olvidamos que Dios fue el que nos dio el triunfo, y comenzamos a creer que nuestros éxitos fueron por nuestros propios meritos. Deberíamos aprender de Gedeón que en todo momento le dio la gloria a Dios por su victoria y no permitió que el resto del pueblo le diera la gloria a él. Un verdadero hombre de Dios siempre debe señalar a Dios como el responsable de todos sus éxitos y darle la gloria a Él; no tratar de llevarse los reconocimientos sino reconocer al Dios verdadero que nos da la victoria siempre.
Lamentablemente uno de los hijos de Gedeón no tuvo la misma actitud que su padre. Abimelec fue uno de los setenta y un hijos que tuvo Gedeón y él sí quería aprovechar la buena fama que había ganado su padre para gobernar a su gente. Abimelec no siguió el ejemplo de Gedeón, ni tomo en cuenta sus palabras cuando dijo que ninguno de sus hijos gobernaría a la nación. Abimelec decidió asesinar a sesenta y nueve de sus hermanos para poder gobernar a la gente de Siquem. El único que se salvo de los setenta hermanos fue Jotam que se escapó y huyo de la tierra antes que Abimelec lo pudiera matar. Abimelec nunca honro la petición de su padre y el pueblo tampoco tomo en cuenta el consejo de Gedeón ya que decidieron nombrarlo a Abimelec como su gobernador. Fue la peor decisión que pudieron haber tomado y todos tuvieron que pagar las consecuencias de haber ignorado a Dios ya que Abimelec sembró el terror en Siquem mientras gobernó a su gente por tres años. Jotam ya les había advertido sobre este gran pecado cuando les dijo: ¨El olivo respondió ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande entre los árboles?¨ (Jueces 9:9). Fue un ejemplo claro que los habitantes de Siquem podrían comprender fácilmente. La función del olivo era dar su fruto y no gobernar sobre el resto de los arboles. Nuestra función es cumplir con el propósito que Dios nos ha dado y dar nuestro fruto, pero nunca quitarle el reconocimiento a Dios como nuestro Señor y Rey. Cuando cumplimos con nuestro propósito estamos dando frutos que glorifican a Dios. La gente puede ver a Dios a través de los frutos que damos siempre y cuando lo reconozcamos a Él.
Dios quiere que nosotros conozcamos la función y el propósito específico que Dios nos ha dado y no buscar simplemente reconocimiento, fama, o dinero. Nuestro propósito debe ser el de reconocer siempre a Dios como nuestro Señor. Todo lo que hagamos lo debemos hacer para nuestro Padre y ponerlo a Él en primer lugar de nuestras vidas. No se trata de buscar que el resto de las personas nos admiren sino de siempre señalar a Dios como el verdadero Rey de nuestras vidas. Todas las victorias que obtenemos son gracias a Él. Si seguimos el ejemplo de Gedeón vamos a poder conquistar cosas grandes y a enemigos más fuertes que nosotros. Debemos dejar que Dios sea Dios para que pueda obrar en nosotros y usarnos en maneras sobrenaturales. Eso sí, cuando Dios nos de la victoria no nos llevemos el crédito nosotros sino démosle todo el reconocimiento a nuestro Padre Celestial que es el que nos da las fuerzas para obtener la victoria. Dejemos que el Señor sea Señor de nuestras vidas, que Él nos dirija en todo lo que hagamos, y no busquemos nuestra propia gloria como lo hizo Abimelec porque eso solo nos llevará a nuestra autodestrucción. Démosle siempre la gloria a Dios por lo que hará en nuestras vidas.
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