Monday, February 28, 2011

Normas de Vida


¨El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará.¨ Deuteronomio 33:12

Moisés dedica todo el libro de Deuteronomio a la nueva generación de Israelitas para que conquisten la tierra que Jehová les había prometido. Ya cuando estaba llegando a los últimos días de su vida, escribe un cantico para su pueblo (capitulo 32) para que recuerden el poder de Dios y aprendan de los errores que cometieron sus padres en el pasado. El cantico parece como si fuera sacado del gran libro de los Salmos, pero fue escrito cientos de años antes. Moisés mostró su lado poético y adorador ya que quería dejar en claro que si su pueblo ponía a Dios en primer lugar iban a poder vivir confiados y obtener la victoria, pero si desobedecían los estatutos de Dios, entonces iban a sufrir el mismo destino que sus padres. Si decidimos seguir a Dios y obedecerlo, Él va a bendecir nuestras vidas y podemos habitar seguros en sus promesas. Aun en medio de las dificultades que atravesamos, podemos confiar que Dios es nuestro refugio y podemos vivir seguros de que no nos abandonara. Pero si decidimos vivir alejados de sus mandamientos, entonces no podemos reclamarle cuando nos encontremos desterrados viviendo una vida sin propósito totalmente alejado del plan que Dios tenía para nuestras vidas.  

La obediencia a Dios nos trae bendición. Él quiere darnos lo mejor pero para ello es necesario dejarlo obrar en nuestras vidas y eso solo es posible si vivimos una vida entregada completamente a Él. Eso significa que tenemos que ponerlo a Dios en primer lugar y dejar que Él nos discipline y guíe. No podemos esperar llegar a poseer las promesas que Dios tiene para nosotros si no estamos dispuestos a rendirnos completamente ante Él y obedecer sus mandamientos. Si realmente amamos a Dios vamos a querer hacer su voluntad. Nosotros somos hijos de Dios y Él quiere disciplinarnos como un padre disciplina a sus hijos. Las reglas no están ahí simplemente porque si, sino que Dios quiere lo mejor para nosotros y quiere enseñarnos a vivir y convivir con nuestro prójimo de una manera pacífica. Los mandamientos de Dios están todos relacionados con nuestra relación con Dios y nuestros prójimos, una relación basada en amor. Si todos viviéramos de acuerdo a estas normas les puedo garantizar que tendríamos una sociedad basada en el amor, la paz, y la solidaridad. Es lo que todos buscamos para nuestras vidas como individuos, pero increíblemente no queremos dejarnos disciplinar por nuestro Padre celestial y como resultado vivimos en una sociedad egoísta que busca lo suyo propio donde la paz y seguridad suenan como una utopía y algo del pasado. Dios es la única solución a los problemas de nuestra sociedad y solo saldremos adelante si permitimos que Él obre en nosotros y nos tome bajo la seguridad de sus alas. Busquemos refugio en Dios y pongámoslo en el primer lugar de nuestras vidas.

Moisés fue un gran líder para su pueblo y siempre se preocupo por dejar en claro los mandamientos de Dios. Estos mandamientos no estaban ahí para ser leídos simplemente como unos consejos de vida, sino para ser cumplidos. Son normas de vida y solo si Israel se mantenía fiel a sus ordenanzas podían conquistar la tierra prometida y vivir confiados. Antes de partir, Moisés quería dejar en claro una vez más que su pueblo tenga esto bien en claro. Dios debe ser el primero de nuestras vidas para que todo nos vaya bien. El tiene grandes promesas para nosotros, pero nunca las alcanzaremos si no lo dejamos actuar en nuestras vidas. Moisés dejó a Josué como su sucesor para que la gente conquiste la tierra y bendijo a cada una de las tribus de Israel. Moisés fue un gran líder, que no llego a alcanzar la tierra prometida por desobedecer una orden directa de Dios, pero si alcanzo ver la tierra con sus ojos antes de partir. Moisés sabía que Dios estaba con Él a pesar de todo y podía confiar seguro sin temer la muerte. Las ultimas preocupaciones de Moisés cuando se entero que su hora había llegado no eran las de su propia vida, sino la de su pueblo, el pueblo redimido por Dios que había salido de Egipto para habitar en la tierra de Canaán. Moisés quería que su gente siempre recuerde este principio de la obediencia a Dios y las bendiciones que esta trae consigo. Solo así iban a poder poseer las promesas que Dios tenía para sus vidas.

¨Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara.¨ Deuteronomio 34:10

Friday, February 25, 2011

Lo Que Significa Amar a Dios


¨Amarás, pues, a Jehová tu Dios, y guardarás sus ordenanzas, sus estatutos, sus decretos, y sus mandamientos, todos los días.¨ Deuteronomio 11:1

Moisés conocía muy bien el secreto para que el pueblo pudiera conquistar las promesas de Dios. El sabía que si su pueblo obedecía los mandamientos de Dios ellos iban a poder cumplir la voluntad de Dios para sus vidas. Es mucho más fácil decirlo que hacerlo, por lo cual muchas veces nos equivocamos y desobedecemos a Dios. ¿Cómo podemos obedecerlo para no perdernos las bendiciones que tiene para nosotros? Moisés hablaba con Dios cara a cara y sabía muy bien cuál era el gran secreto para poder obedecerlo y guardar sus mandamientos: Amar a Dios con todo nuestro corazón. El gran secreto para poder obedecer a Dios es amarlo con todas nuestras fuerzas porque  cuando amamos a alguien, queremos lo mejorar para esa persona y por lo tanto conocemos que es lo que lastima a esa persona y hacemos todo lo posible para no lastimarla. Para poder guardar las ordenanzas de Dios es necesario amarlo primero porque si no vamos a encontrar esta tarea demasiado difícil. Sin amor no somos nada. El guardar los mandamientos de Dios tiene que venir acompañado de ese amor porque sino simplemente nos vamos a convertir en fariseos que solo están ahí para cumplir cientos de reglas que se terminan convirtiendo en una carga demasiado pesada. Pero cuando tenemos amor, ya no vemos esas reglas como alguna carga, sino como una manera de vivir que agrada a nuestro Padre y que a la postre nos ayudan a vivir mejor nuestras propias vidas. La obediencia trae bendición, pero solo podremos lograrlo si verdaderamente amamos a Dios.

David es uno de los grandes ejemplos a seguir en la Biblia. Todos conocemos el pecado que cometió pero aún así para Dios no hubo otro Rey como él, porque David tenía un corazón que amaba a Dios. Ese amor lo llevó a amar y tener una pasión por su ley y seguir sus estatutos. Los mandamientos no se convirtieron en una carga pesada para él, sino que era un deleite hacer su voluntad porque las bendiciones de Dios estaban constantemente sobre él a pesar de las grandes pruebas que tuvo que enfrentar. El corazón de David era un corazón alegre, que amaba a Dios, y lo alababa en todo momento. Los Salmos están llenos de canticos de David agradeciendo la bondad de Dios para su vida. El amor hacia Dios nos lleva a amar Su palabra. Cuando estamos enamorados de Dios queremos pasar tiempo con Él, leyendo su palabra y aprendiendo más de sus leyes porque sabemos que son una bendición para nuestras vidas. Cuando David cae en pecado, nos muestra un arrepentimiento real y sincero porque realmente estaba dolido por la manera en que había sido cegado por su pecado. El amor nos trae una pasión por querer cumplir los decretos de Dios y seguirlo en todo momento. Amor y obediencia vienen de la mano porque no se puede vivir con uno sin el otro. La obediencia es un resultado directo de nuestro amor hacia Dios, la desobediencia viene a causa de una falta de amor hacia Él. Ama sus leyes y verás que tu vida cambiara completamente.

El capítulo más largo de la Biblia es el Salmos 119 y justamente trata sobre el amor que siente el salmista hacia las leyes y mandamientos de Dios. Es extremadamente largo pero al mismo tiempo tan enriquecedor. Las leyes de Dios no son una carga, sino que son la razón de vivir. La expresión máxima de nuestro amor hacia Dios se puede reflejar en nuestra obediencia hacia su palabra. Si verdaderamente amamos a Dios entonces vamos a querer seguirlo y cumplir sus ordenanzas. Ese amor se ve reflejado en nuestra pasión por querer obedecer a Dios, servirlo y en amar a nuestro prójimo. Al mismo tiempo cuando obedecemos a Dios, Él promete derramar de sus bendiciones para nuestras vidas. Solo así podremos verdaderamente cumplir el propósito por el cual fuimos diseñados por Dios. Moisés sabía que su pueblo solo iba a heredar la tierra si se mantenían firmes y atentos a sus mandamientos, y el cumplir sus leyes solo era posible si realmente amaban al dador de esos decretos. El amor y la obediencia siempre han venido de la mano y los mandamientos se convierten en una carga mucho más ligera cuando hay un amor autentico de por medio.

Thursday, February 24, 2011

Aprendiendo a Ser Buenos Administradores


¨Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.¨ Génesis 1:28

Han pasado miles de años desde que Dios nos dio esta orden y debo admitir que hemos cumplido con la primera parte de ese mandato (aunque ha de ser el único mandamiento que hemos sido capaces de obedecer realmente). Nosotros estamos aquí porque Adán y Eva obedecieron la orden de multiplicarse. Hoy se calcula que hay un estimado de siete mil millones de habitantes en el planeta. Hemos hecho un gran trabajo y nos hemos multiplicado sobremanera, pero parece que esa fue la única orden que escuchamos de parte de Dios, porque el resto lo hemos ignorado por completo. Hay una segunda parte en este mandamiento y se trata de la mayordomía. Dios nos ha puesto por cabeza del resto de la creación y nos pidió que enseñoreemos sobre los animales y las plantas. Si estudiamos cuidadosamente la Biblia podemos ver qué vez tras vez Dios habla sobre la mayordomía, y si miramos como esta nuestro mundo hoy podemos ver que no hemos hecho un gran trabajo con la administración de la creación de Dios. Hemos abusado de nuestro poder y demostrado que no somos capaces de mirar más allá de nuestras propias metas y buscar vivir en armonía con el resto de la creación. Dios quiere que aprendamos a ser mayordomos de nuestras vidas, de nuestro tiempo, de nuestros talentos, para que podamos habitar en comunión con la creación y por eso vez tras vez se repiten consejos sobre la mayordomía en la Biblia.   

Dios es el dueño de toda la creación, pero él nos escogió a nosotros para que seamos sus administradores. La mayordomía tiene que ver con administrar los bienes que una persona nos confía, y esos bienes nos han sido confiados a nosotros por Dios. El ser mayordomos de algo no quiere decir que somos los dueños de esa cosa, sino que somos los encargados de cuidar aquello que no es nuestro. Somos mayordomos de algo que no nos pertenece. La primera lección que tenemos que aprender si queremos ser buenos mayordomos de las cosas que Dios nos ha dado es entender que no somos dueños de nada, ni siquiera de nuestras propias vidas. Cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón tomamos la decisión de entregarle nuestros corazones a Él y por lo tanto decidimos entregarle nuestra vida completamente a Él. Dios es el dueño de nuestras vidas y nosotros somos simplemente los mayordomos y administradores de ellas. Somos responsables de cuidar todo lo que Dios nos ha dado porque no es nuestro para hacer lo que queramos con ellas. Dios nos puso por administradores de la tierra y por lo tanto llegara el día en que tengamos que rendirle cuentas a Él sobre lo que hemos hecho con lo que nos encomendó. No hay nada mejor que poder escuchar a Dios decirnos un día ¨Bien buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.¨ (Mateo 25:23).

Si hubiésemos obedecido este segundo mandato de Dios de la misma manera que lo hicimos con el primero (fructificarnos y multiplicarnos) entonces nuestros hijos tendrían un futuro mucho más alentador que el que les toca enfrentar hoy día con tantos cambios climáticos y especies extintas o en peligro de extinción. No hemos sido buenos administradores de las cosas que Dios nos ha confiado porque hemos cometido el error de creernos dueños de la creación de Dios. No hemos entendido que somos simplemente mayordomos de sus bienes y que todo le pertenece a Dios. Debemos reconocer que no hemos sido buenos mayordomos de las cosas que Él nos ha encomendado, y pedirle a Dios que nos ayude en el futuro a entender que todo lo que nos ha sido dado le pertenece realmente a Él y que nos ayude a cuidar de la mejor manera todo lo que le pertenece. Entreguémosle nuestras vidas a Dios y dejemos que Él nos guíe para poder administrar mejor nuestro tiempo y nuestras acciones. Seamos buenos mayordomos de lo que Dios nos ha regalado y dejemos que Él nos llene de sabiduría para poder administrar sus bienes de una manera correcta y ordenada. No somos los dueños de nuestras vidas como para hacer lo que se nos da la gana con lo que nos ha sido dado. Dios nos manda a ser buenos administradores y mayordomos de su creación. Pongamos nuestras manos a la obra para hacer de este mundo un lugar mejor.

Wednesday, February 23, 2011

Ojo Con el Orgullo


¨No suceda que se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre…afligiéndote y probándote para a la postre hacerte bien; y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza.¨ Deuteronomio 8:14,16-17

No sé a cuántos de nosotros nos ha pasado, pero muchas veces caemos en el error de creer que hemos obtenido lo que tanto anhelábamos debido a nuestro propio esfuerzo. Nos sentimos orgullosos cuando logramos alcanzar una meta que nos parecía inalcanzable. Lo más probable es que hayamos pasado horas orando para que Dios nos ayude y una vez que Él ha contestado nuestras oraciones olvidamos de agradecerle. Nos creemos merecedores de las metas que hemos cumplido y dejamos a Dios de lado. Moisés conocía claramente el corazón de su pueblo y sabía que este era un pensamiento que podía alejarlos de Dios. Los israelitas habían pasado 40 años en el desierto por su pecado y desobediencia y ahora Moisés quería dejarles bien en claro a su gente que aprendieran de los errores de sus padres y confíen en Dios que es poderoso para cumplir sus promesas. La tierra que Israel iba a poseer era una tierra muy rica, pero estaba poblado por pueblos más fuertes y numerosos que ellos. La única manera que los Israelitas iban a poder poseer la tierra era por medio del Dios todopoderoso que ya los había librado de los Egipcios.

Moisés no dudaba de que Dios le daría la tierra a su pueblo. El estaba seguro que Dios iba a cumplir su promesa porque Moisés ya había experimentado de primera mano el gran poder de Dios. Moisés tenía una confianza absoluta en Dios, pero aún dudaba de su pueblo y temía que nuevamente su corazón se aleje de Dios. Temía que ellos conquisten la tierra y luego se olviden de quien fue el que verdaderamente les entrego la tierra. El ya había visto como el pueblo había vencido la esclavitud egipcia, solo para darle la espalda a Dios y adorar a otros ídolos. Moisés se iba a asegurar de fortalecer el corazón de esta nueva generación para que entiendan que al poseer la tierra no podían olvidarse de su Dios. La lección más importante que les dejo fue esta: Que recuerden que Dios es el que les ha dado la victoria. Con sus propias fuerzas nunca hubieran llegado hasta donde están ahora. Con sus propias fuerzas sus enemigos los hubiesen convertido en polvo. Era una lección importante porque en el momento que el pueblo se olvide de quien fue su libertador, perderían todo lo que Dios les había entregado. Lo mismo sucede en nuestras vidas hoy. En el momento en que nos olvidemos quien fue el que nos salvo y rescato de nuestro pasado oscuro entonces ese es el momento en que comenzamos a perder todo lo que habíamos ganado por medio de la sangre de Jesucristo. Nunca nos olvidemos que todo lo que tenemos lo hemos obtenido por la gracia de Dios.

El pueblo israelita tuvo que pasar por diversas pruebas y momentos difíciles en esos 40 años deambulando por el desierto, pero no podían negar que Dios estaba con ellos en medio de la aflicción. Él fue su sustento diario para que puedan sobrevivir. La única razón por la cual no entraron antes a la tierra prometida fue por su incredulidad y pecado. Aún así Dios se mantuvo fiel a su promesa y nunca abandono a su gente en medio de su aflicción. A veces es necesario pasar por diversas pruebas para poder llegar a la tierra prometida. Una vez que superamos esas pruebas y llegamos a la meta no podemos dejar a un lado a Dios quien fue nuestro sustento en esos momentos más difíciles que atravesamos sino que tenemos que mantenernos agradecidos con Él porque Dios es el único que nos sostuvo y nos trajo a la meta. Sin Él jamás hubiésemos llegado hasta donde estamos ahora. No dejemos que el orgullo entre en nuestras vidas porque eso solo traerá más problemas. A veces cuando superamos una prueba muy difícil en nuestras vidas y conseguimos lo que tanto anhelábamos podemos caer en el error del orgullo y creer que lo que obtuvimos fue por merecimiento propio ya que tanto sacrificio de nuestra parte al fin fue reconocido. Ese es uno de los errores más grandes que podemos cometer si no creemos realmente que Dios fue Él que nos sostuvo en medio de la prueba para darnos algo mucho mejor: una tierra que fluye leche y miel.

Tuesday, February 22, 2011

Gozo en Medio de Pruebas


¨Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.¨ Santiago 1:2

Una de las características que nos debe de identificar como cristianos es la del gozo. El apóstol Santiago nos recuerda una lección importante en el inicio de su epístola. Nos dice que tengamos gozo cuando nos enfrentemos a cualquier prueba. A primera vista esto puede parecer como una contradicción muy grande: ¿Cómo podemos estar gozosos en medio de las dificultades? La mayoría de las veces cuando nos enfrentamos a pruebas nos preocupamos y angustiamos mucho, ¿Qué quería decir Santiago con esto de que nos alegremos en medio de los problemas? Quizá humanamente esta petición de Santiago nos parece como algo imposible de realizar. La mayoría de las veces dejamos que las circunstancias determinen nuestro estado de ánimo. Si todo nos sale bien vivimos gozosos y alegres, pero cuando las cosas nos empiezan a salir mal nos angustiamos y preocupamos. Santiago sabía muy bien que nuestra fe en Dios no podía estar determinada por las circunstancias. Es en medio de las pruebas y dificultades que enfrentamos cuando verdaderamente podemos  poner en práctica nuestra fe en Dios. La fe no se trata simplemente de creer en Dios, sino en ponerla por obra. La fe siempre tiene que ir acompañada de la acción porque la fe tiene que producir cambios profundos en nuestra vida y en nuestra manera de pensar. Por lo tanto si verdaderamente tenemos nuestra fe puesta en Dios no nos deberíamos preocupar cuando enfrentamos diversas pruebas porque sabemos que Dios está en control de todo y Él siempre tiene lo mejor para nuestras vidas.

Nuestra actitud frente a las pruebas debe ser una de confianza y de saber que Dios va a tomar el control de la situación. Esa es la razón por la cual podemos estar gozosos porque sabemos que no tenemos que enfrentar los problemas solos. Tenemos nuestras esperanzas puestas en nuestro Padre Celestial que toma nuestras cargas y yugos y los carga por nosotros. El nos alivia de la responsabilidad de tener que pasar por las pruebas solos y promete cargarnos en medio de nuestras pruebas. Si verdaderamente tenemos nuestra fe puesta en Dios esta es la actitud que debemos de tomar frente a los problemas. Recordemos todas las veces que Dios nos ha librado en el pasado y como nos ayudo a vencer cada prueba que tuvimos que enfrentar. Mientras tengamos nuestra mirada puesta en Dios no vamos a tener ninguna excusa por la cual no podamos estar gozosos. El gozo es una característica que viene acompañada por nuestra fe que esta puesta en un Dios que es mucho más poderoso y misericordioso de lo que nos podamos imaginar. El es nuestro pronto auxilio y nuestra ayuda en tiempos de prueba. Las pruebas son necesarias para ejercitar nuestra fe y también según Santiago produce paciencia en nosotros. La paciencia es una característica importantísima en nuestras vidas y que parece que se ha perdido un poco en nuestra sociedad que se ha acostumbrado a tener todo rápido. Mientras estemos en las manos de Dios podemos estar seguros que cada circunstancia por la que pasemos esta bajo su completo control y por eso podemos vivir gozosos en todo tiempo, tanto como cuando todo nos sale bien como cuando todo parece salir mal.

Las pruebas por más negativas que parezcan terminan produciendo un efecto positivo en nuestras vidas. Es en los momentos de mayor dolor y dificultad cuando clamamos a Dios y es justamente durante esas circunstancias cuando aprendemos una nueva lección. La verdad es que no me gusta pasar por pruebas, es un proceso muchas veces que resulta doloroso, pero una vez que atravieso la prueba y miro hacia atrás puedo entender verdaderamente que fue necesario para mi crecimiento espiritual. Las dificultades nos ayudan a recordar cuan frágiles verdaderamente somos y que nuestra confianza debe estar siempre completamente puesta en Él. El angustiarnos ante las pruebas no nos va a ayudar a superarlas, el estar gozosos y saber que Dios está en control de la situación es lo único que realmente necesitamos para superar esos momentos. Dios quiere bendecir nuestras vidas y para eso es necesario aprender a depender completamente en Él. Lo que nos debe diferenciar siempre de los que no han conocido el amor de Dios en sus vidas es ese gozo de saber que en medio de mis problemas tengo un Dios poderoso que siempre está a mi lado para ayudarme a atravesar las pruebas. Cuando la gente ve ese gozo en nuestras vidas a pesar de que las cosas nos estén saliendo mal es cuando verdaderamente van a entender que el Dios que tanto les predicamos es verdadero y está actuando en nuestra vida diaria. Así que la próxima vez que estén atravesando alguna dificultad en sus vidas sonrían y recuerden que Dios está en control de todo. Sus planes son mayores que los nuestros, alégrate porque esta moldeando tu carácter.