Wednesday, February 23, 2011

Ojo Con el Orgullo


¨No suceda que se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre…afligiéndote y probándote para a la postre hacerte bien; y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza.¨ Deuteronomio 8:14,16-17

No sé a cuántos de nosotros nos ha pasado, pero muchas veces caemos en el error de creer que hemos obtenido lo que tanto anhelábamos debido a nuestro propio esfuerzo. Nos sentimos orgullosos cuando logramos alcanzar una meta que nos parecía inalcanzable. Lo más probable es que hayamos pasado horas orando para que Dios nos ayude y una vez que Él ha contestado nuestras oraciones olvidamos de agradecerle. Nos creemos merecedores de las metas que hemos cumplido y dejamos a Dios de lado. Moisés conocía claramente el corazón de su pueblo y sabía que este era un pensamiento que podía alejarlos de Dios. Los israelitas habían pasado 40 años en el desierto por su pecado y desobediencia y ahora Moisés quería dejarles bien en claro a su gente que aprendieran de los errores de sus padres y confíen en Dios que es poderoso para cumplir sus promesas. La tierra que Israel iba a poseer era una tierra muy rica, pero estaba poblado por pueblos más fuertes y numerosos que ellos. La única manera que los Israelitas iban a poder poseer la tierra era por medio del Dios todopoderoso que ya los había librado de los Egipcios.

Moisés no dudaba de que Dios le daría la tierra a su pueblo. El estaba seguro que Dios iba a cumplir su promesa porque Moisés ya había experimentado de primera mano el gran poder de Dios. Moisés tenía una confianza absoluta en Dios, pero aún dudaba de su pueblo y temía que nuevamente su corazón se aleje de Dios. Temía que ellos conquisten la tierra y luego se olviden de quien fue el que verdaderamente les entrego la tierra. El ya había visto como el pueblo había vencido la esclavitud egipcia, solo para darle la espalda a Dios y adorar a otros ídolos. Moisés se iba a asegurar de fortalecer el corazón de esta nueva generación para que entiendan que al poseer la tierra no podían olvidarse de su Dios. La lección más importante que les dejo fue esta: Que recuerden que Dios es el que les ha dado la victoria. Con sus propias fuerzas nunca hubieran llegado hasta donde están ahora. Con sus propias fuerzas sus enemigos los hubiesen convertido en polvo. Era una lección importante porque en el momento que el pueblo se olvide de quien fue su libertador, perderían todo lo que Dios les había entregado. Lo mismo sucede en nuestras vidas hoy. En el momento en que nos olvidemos quien fue el que nos salvo y rescato de nuestro pasado oscuro entonces ese es el momento en que comenzamos a perder todo lo que habíamos ganado por medio de la sangre de Jesucristo. Nunca nos olvidemos que todo lo que tenemos lo hemos obtenido por la gracia de Dios.

El pueblo israelita tuvo que pasar por diversas pruebas y momentos difíciles en esos 40 años deambulando por el desierto, pero no podían negar que Dios estaba con ellos en medio de la aflicción. Él fue su sustento diario para que puedan sobrevivir. La única razón por la cual no entraron antes a la tierra prometida fue por su incredulidad y pecado. Aún así Dios se mantuvo fiel a su promesa y nunca abandono a su gente en medio de su aflicción. A veces es necesario pasar por diversas pruebas para poder llegar a la tierra prometida. Una vez que superamos esas pruebas y llegamos a la meta no podemos dejar a un lado a Dios quien fue nuestro sustento en esos momentos más difíciles que atravesamos sino que tenemos que mantenernos agradecidos con Él porque Dios es el único que nos sostuvo y nos trajo a la meta. Sin Él jamás hubiésemos llegado hasta donde estamos ahora. No dejemos que el orgullo entre en nuestras vidas porque eso solo traerá más problemas. A veces cuando superamos una prueba muy difícil en nuestras vidas y conseguimos lo que tanto anhelábamos podemos caer en el error del orgullo y creer que lo que obtuvimos fue por merecimiento propio ya que tanto sacrificio de nuestra parte al fin fue reconocido. Ese es uno de los errores más grandes que podemos cometer si no creemos realmente que Dios fue Él que nos sostuvo en medio de la prueba para darnos algo mucho mejor: una tierra que fluye leche y miel.

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