¨ ¡Oh cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo.¨ Salmos 119:97-98
El Salmo 119 no es tan solo el salmo más largo, sino también el capítulo más extenso de toda la Biblia. Este salmo es dedicado exclusivamente a alabar a Dios por su ley que es perfecta, y a través de ella podemos aprender a deleitarnos en los mandamientos de Dios. El salmo está dividido en 22 partes de ocho versículos cada una debido a que el alfabeto hebreo tiene 22 letras y cada versículo comienza con una letra diferente del alfabeto. Es un poema dedicado a la excelente y justa ley de Dios. A parte de ser uno de los salmos más extensos, también es uno de los más lindos ya que podemos aprender mucho a través de la actitud que tiene el salmista. El se goza en obedecer los mandamientos de Dios, no es una carga cumplirlos, porque sabe que el cumplir la ley de Dios trae bendición a su vida y también lo guía en todas sus diarias decisiones: ¨ ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos.¨ (119:9-10). El guardar la ley de Dios nos permite permanecer en el perfecto camino que Dios ha trazado para nuestras vidas. La Palabra de Dios nos llena de propósito y de vida; ¨Vivifícame según tu palabra.¨ (119:25). Vivir bajo la ley de Dios nos llena de gozo ya que aprendemos a confiar y depender de su Palabra y al mismo tiempo deleitarnos por la grandeza de Dios.
Podemos aprender mucho del salmista ya que veía la Palabra de Dios como un manual de vida que lo guiaba a vivir una vida plena, y no tan solo como un libro más donde podía sacar algunas cosas buenas y otras ignorarlas. Muchos de nosotros leemos la Biblia como si simplemente fuera un libro más y tomamos algunos versículos que nos parecen bonitos pero ignoramos el resto de las escrituras ya que suponemos que es algo antiguo que no aplica para nosotros hoy. Cuan equivocados estamos si creemos que podemos tomar algunas cosas y dejar otras de lado; Dios quiere que nosotros aprendamos a deleitarnos en Su Palabra y nos gocemos en obedecer todos sus mandamientos: ¨Mi porción es Jehová; he dicho que guardaré tus palabras.¨ (119:57). Desde que Dios le entrego a Moisés los 10 mandamientos en una tabla podemos aprender mucho de lo que significa el obedecer su ley. No se trata simplemente de una lista de cosas que no debemos hacer, sino que sus mandamientos están designados para bendecir nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo. Si todos obedeciéramos los mandamientos de Dios no tendríamos que atravesar tantos problemas en nuestra relación con los demás; el mundo sería un lugar mucho mejor y pacífico. No habría asesinatos, ni adulterios, ni robos, ni envidias, ni engaños. Los mandamientos de Dios también fueron diseñados para guiar nuestra relación con nuestro prójimo y no tan solo con Dios. No deben ser cargas pesadas para nosotros sino que sus mandamientos deberían de ser lo que nos guía durante toda nuestra vida.
El salmista entendía muy bien este principio y es por eso que encontraba tantas razones para regocijarse en la ley de Dios. La Palabra de Dios era su consuelo; ¨Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado¨ (119:50), era su salvación; ¨Desfallece mi alma por tu salvación, mas espero en tu palabra¨ (119:81), era su delicia; ¨ ¡Cuan dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca¨ (119:103), era su luz; ¨lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino¨ (119:105), era lo que le daba inteligencia; ¨De tus mandamientos he adquirido inteligencia¨ (119:104), era su sustento; ¨susténtame conforme a tu palabra y viviré¨ (119:116), era su sostén; ¨Sostenme y seré salvo, y me regocijare siempre en tus estatutos¨ (119:117), y era su razón por la cual podía experimentar completa paz; ¨Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.¨ (119:165). Por todas estas razones y muchas más es que el salmista podía decir que se deleitaba en Su ley y que la amaba con todo su corazón; ¨Mi alma ha guardado tus testimonios, y los he amado en gran manera…He deseado tu salvación oh Jehová, y tu ley es mi delicia.¨ (119:167,174). Nosotros también podemos aprender a deleitarnos de la Palabra de Dios una vez que la comenzamos a poner por obra y entender el propósito divino que Dios tiene para con nosotros si seguimos sus mandamientos. El cumplir con sus leyes se convierte en algo que nos da placer hacer y no una carga porque el obedecer a Dios y servirle trae grandes bendiciones para nuestras vidas.